Una amable respuesta al tecnooptimista: El peligroso "si"
A menudo oímos decir: "Estas nuevas tecnologías podrían cambiarlo todo: curar enfermedades, eliminar la pobreza, ¡incluso prolongar la vida misma!"
En general, estamos de acuerdo con el potencial. Pero hay una palabra escondida en esa esperanza que merece más atención. Una palabra pequeña, fácil de omitir, pero cargada de consecuencias.
Esa palabra es "si".
"Si usamos estas herramientas sabiamente..."
"Si se gobiernan adecuadamente..."
"Si la humanidad maneja esto con humildad, coraje y fe..."
Pero esa no es la conclusión: es la pregunta.
Elpotencial no es una prueba
Sí, la IA, la neurociencia y la biotecnología tienen potencial. Pero el potencial no es el destino. No es más que una posibilidad en condiciones ideales. La historia no nos ha hecho confiar en que tales condiciones vayan a prevalecer.
La imprenta nos dio la Biblia y la propaganda.
Internet conectó al mundo y lo dividió.
Las redes sociales prometieron conexión y generaron adicción.
El problema no está en el potencial, sino en su despliegue.
El mito de las herramientas neutras
Una respuesta habitual es: "Pero la tecnología es neutral, lo que importa es cómo se utilice".
Suena equilibrado, pero oculta una verdad más profunda. La mayoría de las herramientas NO son neutrales en su diseño o despliegue. Reflejan la intención de sus creadores y los motivos de sus mercados, y esos objetivos son atendidos por el usuario. (al ser impulsado hacia ellos sin saberlo)
Hoy en día, el motivo subyacente a la mayoría de las herramientas es abrumadoramente el beneficio, no la sabiduría ni la rectitud.
Si una plataforma se construye para maximizar la atención, explotará las emociones.
Si un implante neural se diseña para ser eficiente, puede eludir el consentimiento.
Si un compañero digital se construye para calmar, puede acabar seduciendo.
Puede que estas herramientas no sean intrínsecamente malas, pero NO son puramente neutrales. Hay una intención detrás de su diseño.
La trayectoria importa
Cuando alguien dice: "¡Pero estas herramientas podrían usarse para el bien!", preguntamos amablemente:
¿Quién? ¿Con qué fin? ¿En qué condiciones? ¿Dónde vamos a encontrar a esos ángeles que las controlen?
Fíjese en la trayectoria, no sólo en el potencial: ¿Quién controla los datos?
¿Qué visión del mundo da forma al algoritmo? El optimismo no está mal. Pero el optimismo sin discernimiento es ingenuidad.
Una esperanza mejor
El objetivo no es burlarse de la innovación, ni añorar un pasado que no puede volver. Más bien, se trata de recordar quiénes somos, y quiénes no somos.
No somos Dios.
No somos eternos.
No somos sabios por naturaleza.
Hay algunos poderes que la humanidad pecadora NO está preparada para manejar.
Y sin embargo -a través de Cristo- se nos promete algo mucho mayor que la salvación digital:
~ Juan 11:25
Ninguna actualización puede ofrecerlo. Ninguna red neuronal puede asegurarlo. Esa es la promesa del Redentor.
Así que al tecnooptimista le decimos:
"Sí, hagamos el bien con las herramientas que tenemos. Pero mantengamos un sano escepticismo sobre las manos pecadoras que desarrollaron la herramienta y los motivos de los que la sacaron al mercado"
Que la esperanza esté atada a la verdad, no a la tecnología. Y que nuestra fe esté en el Reino venidero, no en la máquina que hemos construido.
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